Desarrollo

El programa Tornado nació a mediados de los años 60 a fin de desarrollar un aparato de ataque con capacidad multimisión. En plena guerra fría una de las principales preocupaciones de los mandos militares de la OTAN era como conseguir detener a las oleadas de carros e infantes soviéticos que se suponía que atacarían en caso de conflicto. Para ello se requerían aviones que permitieran realizar misiones de ataque a baja corta y alta velocidad para sobrevivir en un ambiente saturado de defensas antiaéreas y, al mismo tiempo, precisos para optimizar la efectividad de las misiones. Los estudios en boga en ese momento se basaban en el aprovechamiento de las alas en delta a fin de conseguir velocidades elevadas. El ala en delta resultaba un compromiso difícil de aceptar ya que, a pesar de ser una planta óptima para el vuelo rápido, aumenta considerablemente las velocidades de despegue y aterrizaje. Ello implicaba un alargamiento de las pistas para que pudieran operar este tipo de aparatos. Sin embargo las pistas largas suponían un blanco mayor y por lo tanto una opción poco recomendable para aeródromos avanzados, imprescindibles para una respuesta rápida a una posible invasión. La solución en la que empezaron a trabajar varias fuerzas aéreas fue la geometría variable. Estados Unidos inició los programas F-X (Fighter Experimental – Caza Experimental) a fin de experimentar con ella. Estos programas desembocarían en los TFX (Tactical Fighter Experimental – Caza Táctico Experimental) que dio lugar al problemático F-111 como avión de ataque, pero que fue abandonado para misiones de interceptación (el resultado sería el F-15) y al VFX (Caza Experimental Embarcado) que fructificó en el F-14.